jueves, 6 de agosto de 2020

EL NIÑO Y LA NIEBLA

Para poder entender esta opinión y la película en sí, "El Niño y La Niebla", veamos el significado de "esquizofrenia".


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La Clínica Mayo, en Rochester, Minnesota, define a la esquizofrenia como "trastorno que afecta la capacidad de una persona para pensar, sentir y comportarse de manera lúcida", y también comenta que es una enfermedad mentar que "se caracteriza por tener pensamiento o experiencias que parecen estar desconectados de la realidad, habla o comportamiento desorganizados". O sea, en otras palabras, el paciente de este padecimiento, experimenta hechos que no tienen cabida en la realidad pero su mente sí las da por hecho, por ejemplo el escuchar voces donde no las hay, creer fervientemente sucesos que jamás sucedieron ni tienen por qué suceder,  delirios de persecución por parte de entes imaginarios, en fin, tantos ejemplos que hay.


Ahora bien, aterrizando este tema en la película, quiero empezar contándoles que nunca había visto esta película, he de confesarles que no sé por qué, el título provocaba rechazo de mi parte hacia ella. Lo que estás pensando en este momento es lo mismo que me pregunto hoy yo ¿qué tiene el título "El Niño y La Niebla" de malo? No sé, sinceramente no sé, yo creo me imaginaba una historia aburrida, plana, lenta, en fin; pese a que la protagoniza una de mis actrices mexicana preferidas, Dolores del Río.

Pero qué cachetada tan grande me dio el director Roberto Gavaldón con su película, qué interesante, qué forma de explorar la mentalidad de los personajes, qué narrativa al nivel de Hollywood, qué actuación de Del Río tan impactante, tan de peso, tan grande, qué manera tan sutil y elegante pero asombrosa de manejar la esquizofrenia como tema central de la historia. Esta cinta me encantó, es más, hasta puedo catalogarla, en mi opinión, como una de las mejores películas de todos los tiempos en México.


Le cuento cuento un poco: Marta (Dolores del Río) es una madre que ralla en la obsesión del cuidado de su hijo de 13 años, Daniel (Alejandro Ciangherotti Jr.). Lo que pasa es que en su historial familiar existen varios antecedentes de familia directa, su madre y hermano, que vivían con esquizofrenia, situación que la orillaron a que viviera siempre al límite, es por eso que tiene pánico que su hijo herede lo mismo; como consecuencia, ella tiene una vida marital que la tiene harta, aburrida, que no soporta al marido, si pudiera huiría, pero es por su hijo que la detiene, lo ama, aunque no lo parezca.

Me encanta la forma en cómo abordan la enfermedad mental porque no aparecen muestras grotescas, básicas o fáciles de este trastorno, es decir, no muestran lo típico que si el niño ve gente imaginaria que le habla, que lo persiguen, no habla solo, no crea mundo irreales a su alrededor; Daniel lanza de repente ciertas señales que pudiera parecer que sí está al borde de la locura, como el sonambulismo, el miedo irracional a la oscuridad, el encierro en su mente, lo anti social, pero lo padre de la película es que le deja a la decisión del público es que si son características comunes de todo pre adolescente o en realidad sí está enfermo.


Lo poético: que la trama se ubica en el contexto del Veracruz petrolero, todo en Poza Rica, una comunidad cuya comunidad se dedica a Petróleos Mexicano, cerca hay una refinería, desde la casa se ven perfectamente las chimeneas o las llamadas "antorchas" de las refinerías, entonces, cada vez que hay escenas clave los ruidos de la refinería, la luz del fuego por la noches es una especie de simbolismo del fuego destructor que se está provocando dentro de la mente y hasta el alma de la gente, es la luz que advierte que se está perdiendo la razón, la señal de que se están incinerando todas las ilusiones de todo ser humano, hasta el grado de no tener razón de ser en este mundo. Y esa combinación de imágenes entre la oscuridad, el fuego, la refinería, el miedo, la desesperación y ansiedad de los personales, sin decir ni un sólo diálogo es mágico, es la magia de la fotografía del icónico Gabriel Figueroa.


La escena en la que dije "¡qué mujer tan grande es!", refiriéndome a Dolores del Río es cuando consulta al médico, se abre con él, desahoga el terror que tiene de tener un hijo "loco" como lo fueron su hermano y su madre, tanto que huyó de esa vida como para otra vez volver a travesar ese dolor. Ahí la actriz se desborda, matiza, va tejiendo poco a poco una tela que va desde la tristeza travesando por la desesperación y culminando con el pánico.


Son de esas películas que hasta sientes lo que sienten los personajes, vives su dolor, sus emociones en general. No me extraña nada que esta cinta haya ganado el Ariel de 1954 a mejor película, mejor actriz, fotografía, director, guión, edición, escenografía y actuación infantil. Definitivamente esta película debe estar en mi videoteca por lo trascendental, lo impactante e inolvidable.


Título: El niño y la niebla

Dirección: Roberto Gavaldón

Guion: Edmundo Báez, Roberto Gavaldón y Rodolfo Usigli

Música: Raúl Lavista

Fotografía: Gabriel Figueroa

Con: Dolores del Rio, Pedro López Lagar, Eduardo Noriega, Alejandro Ciangherotti Jr., Miguel Ángel Ferriz, Lupe Inclán, Tana Lynn y Carlos Riquelme

México, 1953

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